martes, 7 de octubre de 2008

¡Algún día aprenderán!

Con un ávido hambre de aprender o tan sólo enterarme de cuestiones que quizás escapen a lo inmediatamente observable, o que bien tengan explicaciones un poco más difíciles de encontrar (me podría estar refiriendo a lo oculto o lo alternativo, si quieren), siempre me gustó moverme por lecturas que directa o indirectamente apuntaran un poco a eso, desde Oriente con Lao Tse hasta Occidente con Jung, por mencionar un par. Al entrar en la carrera de Medicina, lo más científico que alguna vez había leido era a Nietzsche y sabía que me estaba metiendo (pero no hasta qué punto) en un mundo totalmente distinto, no ya pragmático sino que a veces macabramente intentaría cambiar la realidad para adaptarla a sus teorías y sus números, y que a la vez repudiaría, criticaría, intoleraría todo aquello que no pudiese explicar. La idea —un tanto ingénua, si quieren, no me importa— siempre fue intentar unir esas dos formas de ver el mundo, que en mi cabeza no deberían más que complementarse.
En la primera clase que tuve de Química dentro de la carrera, la profesora, al hacer un breve raconto histórico de la ciencia, dijo "En el siglo XIX los científicos se dieron cuenta que los seres vivos producían una infinidad de moléculas que no podían ser sintetizadas en los laboratorios y le pusieron el nombre de Química Orgánica a su estudio". "¡Ajá!", me dije yo, "¡Ahí lo tienen, malditos humanos, el poder de la Naturaleza! ¡Eso les va a enseñar!". Pero el relato de la profesora seguía: "...No pasaron muchos años hasta que los científicos lograron sintetizar las primeras moléculas orgánicas fuera de los seres vivos". "Ufa", pensé yo, y me limité a seguir escuchando, con la seguridad ahora de que me estaba metiendo en un mundo completamente desconocido y quizás un poquito hostil.
Los años pasaron y un cariño siempre creciente hacia esa ciencia se fue apoderando de mí hasta volverse parte inseparable de mi forma de pensar, a veces incluso nublándome la vista de ésa, la otra parte, la más alternativa, pero sin nunca perder el objetivo aquél de intentar unir los dos mundos. Ayer, en una clase de Neurofisiología sobre el sueño y la vigilia, ya llegando al final de la misma y quedando sólo unos pocos de nosotros escuchándolo, el profesor dijo "Y es justamente por este núcleo [cerebral] que los científicos ahora están mucho más cerca de entender y estudiar la percepción". Asociando desde siempre la percepción con una suerte de sexto sentido, si quieren, pensé "¡Ajá! ¡Qué revelación! ¡Eso les va a enseñar, malditos positivistas!" y me erguí en el asiento en actitud de prestarle más atención. Por supuesto, el discurso seguía y mientras gesticulaba con los antebrazos poniéndolos a 45º y 90º con respecto al suelo, concluyó "...Gracias a él es que ustedes pueden percibir que esto que estoy haciendo es un triángulo". "¡Andá a cagar!" pensé y volví a dejarme caer en el asiento con todo el peso de la resignación.

No hay comentarios: