lunes, 8 de septiembre de 2008

A ver cómo lo perciben

¿De cuántas formas distintas percibimos el mundo los distintos habitantes del planeta? ¿Cómo saber si lo que perciben dos individuos para un mismo estímulo, cualquiera que éste sea, es igual? Es más, ¿por qué habríamos de esperar que fuese igual? Algunos podemos caer en las más profundas meditaciones escuchando las variaciones Goldberg, emocionarnos con Adiós Nonino, o maravillarnos a puntos inimaginados con Fantasia Impromptu, mientras otros podrán, en todo su derecho, aburrirse hasta el sueño con tales cosas y entretenerse con Bailando por un Sueño. Lo mismo se aplica a los colores: más allá de las emociones que puedan despertar, ¿cómo determinamos si dos personas que, ya puestas de acuerdo en que lo que ven es amarillo, realmente lo ven igual? No sé si se me entiende; se pueden concensuar las percepciones, pero sólo gracias a un induccionismo un poco barato y nunca contrastable.
El cerebro es un órgano de lo más maravilloso desde todo punto de vista; capaz de crear los más articulados engaños, nos sume constantemente en una realidad inexistente allá afuera y sólo existente acá adentro. Lo sabían hace miles de años los hinduistas y llamaban maya a este mundo de engaño e irreal; lo saben hoy los fisiólogos y por miedo no le ponen nombre científico (¡y cómo hacerlo, si la ciencia no existe sin la percepción humana, por mucho que lo quieran!). Escriben los doctores Goldstein y Saavedra* "[Las percepciones] no existen como tales fuera del cerebro. Nuestras percepciones no son registros directos del mundo que nos rodea; son construidas internamente de acuerdo con reglas innatas y un preconocimiento impuesto por la capacidad del sistema nervioso".
Supongamos a dos personas con el mismo aparato acústico (un pabellón auricular parecido, una cadena de huesecillos intacta y unas estereocilias funcionando correctamente**), la una es un estudiante de Arquitectura (por decir algo) y la otra es profesor de piano en el Conservatorio Nacional, y al mismo tiempo oyen un coral de Bach. Si nunca tuvo una experiencia previa con esa pieza o con el estudio de la música, seguramente el futuro arquitecto escuche —más allá de que le guste o no— algo chato, sin más para escuchar que lo que sobresale al oido. El músico, en cambio, se verá inundado casi sin querer de muchísima información: cuatro o más voces que se conjugan unas sobre las otras, variaciones armónicas, expresiones en la ejecución del artista, etc.
¿Cómo? ¿Por qué? El cerebro está preparado para integrar los estímulos que todo el tiempo le llegan, al estar interconectado e integrado en miles de millones de sinapsis ("conexiones", pero no me iban a validar la redundancia, yo los conozco). Así un estímulo (sea acústico, visual, olfativo, gustativo, táctil, térmico, de dolor, o lo que quieran) al ser captado se va a integrar casi inmediatamente con miles de otras cuestiones (emociones, recuerdos, reflejos, conocimientos de otro tipo, etc.) que sumadas darán la percepción final que puede o no llegar a la conciencia, y entonces se generará una respuesta apropiada según se haya considerado que el estímulo era bueno o malo para el organismo (cambiar de canción, cerrar los ojos, escupir, gritar de dolor, o relajarse y dejarse inundar por el estímulo, no sé, lo que quieran).
Si bien existen en todo el sistema nervioso áreas bien determinadas con funciones específicas, como ser el área del lenguaje, el área motora, él área visual, y todas las que se puedan imaginar, le es completamente necesario que todas estén integradas. Por ejemplo, al oir un ruido fuerte necesita que lás áreas de audición se conecten de alguna manera con los músculos del cuello para poder girar la cabeza (maldita evolución que nos quitó la posibilidad de girar sólo las orejas) hacia la fuente de sonido; con las áreas visuales para intentar localizar esa fuente; en fin, con todo el cuerpo para liberar adrenalina y poder producir el escape si fuese necesario. Pero por otro lado tiene la capacidad, gracias a experiencias previas (o no) de inhibir a todos los demás sistemas y a sí mismo. Por ejemplo, si se estuviese en medio de una construcción y uno se sobresaltase a cada ruido fuerte, quedaría neurótico a los cinco minutos; necesita adaptarse e ignorar un poco los ruidos. De la misma manera que si se está en una conversación mirando a una persona, se deja de prestar atención a los ruidos del ambiente y se puede focalizar la vista sólo en esa persona, ignorando el entorno. Con el pasar del tiempo seguramente iré escribiendo más al respecto.
¡Uy! No quería hablar de Medicina. Disfruten a Oscar Peterson:


"You look good to me", el virtuosísimo Oscar Peterson en piano, con Ray Brown y Niels Pedersen, dos de los mejores contrabajistas en la historia del jazz, una joyita

*"Fisiología Humana de Houssay", Editorial El Ateneo, 7º Ed.

**Lo digo así para que se entienda, pero realmente existen adaptaciones incluso a este nivel entre una persona que está especializada en lo que hace y otra no lo está.

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