viernes, 13 de marzo de 2009

Capítulo dos: Sentidos

Es mi intención la de completar, o al menos intentar hacerlo de alguna manera, lo que empecé en el anteúltimo post, que quedó, algo así como sin querer queriendo, mucho más escueto de lo que pretendía en el momento. Con el paso de los días me di cuenta que realmente no tenía sentido pretender hacer algo más extenso porque el tema es simplemente inabarcable, por lo que pretendo abarcarlo lo más que pueda a lo largo de distintos posts, sirviéndome aquel como puntapié inicial. De paso, advierto desde ahora, así quedo al resguardo de vuestros abogados, que esto se convirtió más en un ejercicio mental que en una exposición cabal sobre el tema, y que no deberían creerme en casi nada de lo que digo. Bien, pues.
Más allá de nosotros hay un Universo. Más que referirme a nosotros como un conjunto, estoy apelando a la individualidad de cada uno. Va de nuevo: más allá de cada uno de nosotros hay un Universo del que, sin duda, formamos parte. Esto lo podemos afirmar sin ningún tipo de miedo porque bien sabemos que estamos constantemente intercambiando —y perdón por ponerme termodinámico— materia y energía. Una manera de verlo es diciendo que somos parte del Universo porque esa materia y esa energía que intercambiamos es más suya que nuestra, que todo lo que nos constituye ahora, alguna vez fue, y dentro de muy poco va a volver a ser, suyo; por eso podemos simplificar diciendo que no somos más que un producto del Universo y, como tal, somos parte de él. Algunos incluso podrán argüir que no existe una división real entre las distintas partes del Universo y nosotros apelando, por ejemplo, al vacío que existe en la materia: desde un punto de vista subatómico las distintas partículas (neutrones, protones, eletrones, lo que quieran) que constituyen los distintos átomos que nos integran a nosotros y a nuestro entorno, no son más que eso, partículas en medio del vacío, sin delimitación clara entre un átomo y otro. Pero de hecho, nosotros sí podemos ver las cosas desde un punto de vista símil al subatómico; nuestro sistema solar está constituido de la misma manera: con un núcleo central (Sol) y muchas partículas (planetas) orbitando alrededor, lo mismo que el núcleo atómico con sus electrones. Quién les dice, quizás (seguramente) no cumplamos mayor función que la de partículas subcuánticas, en cuanto que nuestro planeta podría ser un electrón más en un átomo que podría ser el sistema solar, que podría no ser más que una partecita de la molécula que quizás sea la galaxia, en la pequeñísima célula que podría ser lo que llamamos Universo, constituyente de uno solo de millones de organismos inimaginables. Y así in eternum. De tal manera, sabiendo que los átomos tienen órbitas que en algún punto dejan de ejercer su fuerza, podemos delimitarles un límite un tanto difuso pero sin duda existente. Sabiendo que la interacción gravitacional de los distintos átomos forma moléculas, que ellas forman células, éstas tejidos, éstos órganos y éstos nos forman a nosotros, yo digo que nos podemos constituir como individuos "independientes" que, aún así, son parte constituyente del Universo.
Pero, ¡ay!, me fui salvajemente de tema. Hay un Universo alrededor nuestro y del cual formamos parte y con el que tenemos que interaccionar para sobrevivir, porque formamos agrupaciones de células, algunas de las cuales quedaron muy profundas (lejos del entorno) y necesitan estrategias para conseguir su alimento, además de que existen otras agrupaciones de células que seguramente nos quieran de alimento a nosotros. En una interacción hay siempre una ida y una vuelta de la información. La vuelta queda para otro día; la ida, es decir, la captación de la información del Universo (o llamémosle entorno, que es un poquito menos ostentoso), viene dada en un primer momento por nuestros sentidos. Eso es posible por la dinámica misma del Universo: la materia y la energía está en constante movimiento y nosotros podemos aprovecharnos de eso para informarnos de la situación general de nuestro entorno y, en base a eso, crear estrategias de supervivencia. He aquí una breve (y quizás innecesaria, pero no me importa, yo la hago igual) descripción de los cinco sentidos básicos:

-Visión:
la luz, resumiendo de una forma que desagradaría a cualquier físico, es una forma de energía electromagnética que tiene la capacidad de propagarse por el espacio en forma lineal sin necesitar materia y que comprende la superposición de energía con muchas longitudes de onda distintas. Hay una muy pequeña parte de ese espectro de luz que el ojo puede aprovechar para hacerse una imagen del entorno y es lo que se llama "luz visible", y comprende toda la gama de colores que van del rojo al violeta, cada uno de los cuales tiene una longitud de onda característica. Los pigmentos son sustancias capaces de absorber la luz y devolver energía de determinada longitud de onda al medio; así, por ejemplo, un pigmento verde puede absorber toda la luz menos la longitud de onda correspondiente al color verde, la cual "rebota". Por otro lado, los cuerpos opacos tienen la capacidad de frenar el paso de luz al ser iluminados, quedando con zonas más expuestas e iluminadas y otras menos expuestas y en penumbras. El ojo es un órgano de lo más complejo que permite el pasaje de la luz a través de una obturación, la pupila (cuyo grado de apertura lo regula un diafragma muscular, el iris), hasta que finalmente contacta con una estructura de muchas capas de células distintas, la retina. Entre esas células, hay algunas, los famosísimos conos y bastones, que contienen pigmentos. Así, los conos, especializados en la visión diurna, tienen tres subtipos: los que tienen pigmentos rojo, los que tienen pigmentos verdes y los que los tienen azules (RGB). Cada célula capta un haz específico de la luz que le llega y no la totalidad de la imagen. De esa manera, la información muy puntual de cada región del espacio viaja, con un par de paradas previas, por el nervio óptico y llega en última instancia a la corteza visual, donde toda la información se integra, pudiendo distinguir zonas con distintos colores y diferentes contrastes de luz y sombra, además del movimiento de los objetos en el espacio.

-Audición:
al moverse los distintos cuerpos en el espacio que los rodea, empujan a la capa de aire más cercana, la que a su vez empuja a la siguiente, y así sucesivamente, produciéndose la propagación aérea del movimiento inicial. Esto, dependiendo de distintos factores como la composición del cuerpo o cuerpos que originaron el movimiento, la velocidad con que se propagó el aire o la intensidad con que lo hizo, le dan distintas propiedades que nosotros podemos distinguir para formar una idea dinámica de nuestro entorno, de la misma manera que los ojos distinguen matices de colores, de luz y de sombra (y también de movimiento). El mecanismo también es complicado, pero es más bien un hecho físico: el objeto sonoro empuja el aire, el aire empuja más aire que llega a nuestros oidos externos, empujando la membrana timpánica, que empuja una serie de tres huesecillos dentro del oido medio, que provocan el movimiento de un líquido en el oido interno. Este último tiene la forma de un caracol excavado adentro del hueso del cráneo. Por supuesto, las distintas propiedades del sonido (intensidad, velocidad, etc.) se traducen en el movimiento final de este líquido. El caracol está tapizado con células capaces de sensar el movimiento, cada una de las cuales tiene una cualidad asignada en el sistema nervioso central. (por ejemplo, una va a sensar un do y otra, en otra parte, va a sensar un mi bemol en la octava siguiente). Dependiendo hasta dónde llegue la propagación del sonido en el líquido, con cuánta fuerza y a qué velocidad lo haga, se activarán las distintas células de distintas maneras, enviarán el mensaje a las cortezas auditivas y el cerebro podrá hacerse una idea de lo que sucede en el entorno, pero ahora hablando de movimientos que el ojo no puede percibir, sea porque está por fuera de su campo visual, o porque simplemente no puede ver el estado del aire.

-Olfato: la idea del olfato también es percibir información que viaja por el aire, pero no ya física sino química. Los distintos cuerpos suelen perder constantemente un pequeño número de moléculas que un grupo de células especializadas que cubren, sobre todo, la parte superior de las fosas nasales pueden sensar como olores. Por ejemplo, los alimentos en mal estado liberan olores particulares y el epitelio olfatorio puede informarlo al cerebro para evitar su ingesta, o bien podría servir para informar sobre la proximidad, dirección y el estado de otros individuos. El olfato, en definitiva, sirve también para una caracterización espacial del entorno, pero en su aspecto químico, sensando partículas tan pequeñas en el aire que ni los ojos pueden ver, ni los oidos escuchar.

-Gusto: también de naturaleza química y en estrecho contacto espacial y funcional con el olfato, el gusto da una idea precisa de la naturaleza de los alimentos que vamos a ingerir, informando sobre el contenido de hidratos de carbono, sal, su acidez o su amargura (también relacionada con alimentos poco recomendables). Por sí solas, estas cuatro propiedades sensadas por las papilas gustativas (dulce, salado, ácido o amargo) no dan una idea completa de lo que hay en la boca, sino que el sentido del gusto como lo entendemos es más bien una combinatoria con otros dos sentidos: el olfato y el tacto. Entre los tres caracterizan la naturaleza química (la estructura y sus propiedades) y la forma, consistencia y temperatura de los alimentos. Dicho sea de paso, los sabores picantes son una combinación con receptores de dolor.

-Tacto: es por decirlo de alguna manera, la última barrera sensitiva del cuerpo. No es capaz de reconocer el entorno distante, como la vista, el oido o el olfato, sino que, como el gusto, necesita un contacto inmediato para activarse. Le podemos atribuir tres subtipos: el tacto propiamente dicho, el dolor y el reconocimiento de la temperatura. Estos atributos se sensan por distintos receptores ubicados en la piel y las mucosas (pudiendo el cerebro localizar el punto casi exacto donde se produjo el estímulo), y su objetivo es: para el tacto, saber si algo está tocando o no el cuerpo, con qué intensidad, y como es su forma y su superficie; para el dolor, detectar estimulos que sean real o potencialmente nocivos para el individuo, en pos de generar una respuesta generalmente evasiva de esa noxa; para la temperatura, finalmente, es el de dar una idea de la temperatura del entorno para poder dar una respuesta adecuada (sea la apertura o cierre de los vasos, o la búsqueda o no de abrigo).

Bien. Dicho eso podemos ver que a los distintos sentidos los podemos agrupar en varios grupos distintos, por ejemplo los que perciben estímulos físicos (visión, audición y tacto), químicos (olfato, gusto y tacto), los que no necesitan el contacto (visión, audición y olfato) y los que sí (tacto y gusto), etc. Y podemos decir que con eso estamos bastante cubiertos; durante millones de años nos sirvieron de lo mejor para hacernos una buena imagen del entorno y sobrevivir. ¿Quiere decir eso que podamos ver (en el sentido amplio de la palabra) al Universo como es? Ni un poquito. Hay infinidad de cosas en él a las cuales no tenemos acceso, principalmente por dos razones: porque no tenemos la capacidad estructural para sensarlas, o porque, si bien las sensamos, no tenemos registro conciente de ellas. Por esa razón, aun con una tecnología enorme, nunca podríamos tener una idea real y acabada de cómo es. Dentro de la luz, por ejemplo, el espectro físico que realmente podemos ver es relativamente bastante pequeño, de la misma manera que hay sonidos que escapan a nuestra audición, que hay radiaciones que no podemos sentir, etc. Bien puede ser también que no distingamos con precisión las diferencias sutiles que pueda haber entre estímulos distintos, pudiendo eso entrenarse y desarrollarse como especialización: los pintores reconocen diferencias mínimas de colores, los músicos pueden distinguir fácilmente una o varias notas juntas de otra u otras, la piel se puede sensibilizar por el uso frecuente, los gourmets tienen muy desarrollado el gusto sutil, etc.
De muchos otros fenómenos en el Universo tenemos noticia porque la casualidad o el ingenio nos dieron la posibilidad de hacerlo a través de la tecnología, como la posibilidad de ver mundos lejanos o cercanos y pequeñísimos, de saber que existen ondas electromagnéticas infrarrojas y ultravioletas, que existen bastantes más de 100 elementos, o lo que quieran.
Por otro lado, existen estímulos que si bien captamos y procesamos, no somos capaces de llevar a la conciencia o, al menos, no lo hacemos todo el tiempo. Constantemente en nuestro campo visual (o sensorial en general) hay muchísima información que recibimos y la cual descartamos inmediatamente por ser poco interesante. O bien se pueden disparar mecanismos inconcientes, que son la mayoría. Por seguir con los ejemplos, somos capaces de distinguir cambios sutiles en las expresiones faciales y que eso nos dé una idea generalmente inconciente del estado emocional de otro individuo; el ver un alimento que por experiencia (u olor o aspecto) sabemos delicioso, se disparan cientos de respuestas de deseo y preparación (salivación, movimientos intestinales, etc.) sobre los que no tenemos control; al oir una bella melodía se pueden activar centros de placer, se liberan endorfinas; determinado conjunto de señales articuladas nos podrían dar la sensación de peligro, llamando a que se genere una respuesta de huida o de enfrentamiento, etc.
Gracias a todas estas estrategias es que podemos adaptarnos y sobrevivir en nuestro entorno. Un ser privado de sus sentidos casi imposiblemente podría sobrevivir por sí mismo, ya que al no tener contacto conciente con el entorno, no puede elaborar conductas apropiadas para la búsqueda de alimento y la defensa ante los peligros. Sobre estas conductas voy a volver otro día, pero la idea es que, a menos que haya un filtro de conciencia, se generan casi como respuestas estereotipadas que llevan, generalmente, a la búsqueda de placer y a la autoconservación. A eso lo podríamos llamar instinto.
Hasta acá describimos un poco por arriba lo que podría ser un animal sin conciencia o sin una construcción temporal de un yo. Una de las cuestiones más difícil sobre todo este asunto es el de las definiciones: qué definimos por "conciencia", qué por "inconciencia", qué por "yo", etc. La idea es que en posts posteriores yo pueda de alguna manera dar un concepto de las distintas definiciones, o al menos de algunas, a la vez de exponer un poco de qué manera se podría fabricar una conciencia (en cuál acepción, eso es algo que todavía no sé).

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