viernes, 27 de junio de 2008

Un jugado

En la medicina existió siempre un tabú según el cual el corazón era un órgano intocable: si se lo tocaba con algún cuerpo extraño, se producía un paro cardíaco que conducía a la muerte. El consenso general era, por supuesto, que no se debían hacer experimentaciones en humanos que requirieran contactar con el corazón.
Pero en 1929 un tipo, Werner Forssmann, que acababa de terminar su carrera de médico y estaba en Alemania para formarse en cirugía, agarró y se metió a sí mismo un catéter vertical, opaco a los rayos X, por unos 65 cm a través del pliegue del codo. En la sala de rayos, la radiografía le mostró a los concurrentes que la punta de el catéter estaba en la aurícula derecha de su corazón. Junto con dos científicos más (Cournand y Richards) recibió, en 1956, el premio Nobel por el aporte de esta técnica a la medicina (el catéter en la aurícula para extraer sangre venosa mixta), y por destruir el tabú del órgano intocable.

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