viernes, 15 de agosto de 2008

¡No se calienten, acá está! (Preludio)

Nuevamente cediendo ante vuestras súplicas, vuestra insaciable sed de conocimientos, y desviándome un poco del camino para hacerlo, os ofrezco una explicación del porqué de la temperatura corporal. Pero nada viene gratis, queridos, primero habré de explicar un par de cositas de física (quizás química también) para cerrar un poco más la conceptualización de la energía. Para quien se lo quiera saltear, lo voy a separar en dos posts distintos.
Qué es la energía, ya lo dije. Que la energía es una sola y se puede interconventir entre sus distintas formas, creo que también, así que vamos a meternos de lleno en lo que nos compete. Lo primero que tenemos que definir es qué es la temperatura: la temperatura, para que lo entiendan, es una medida del grado de movimiento de las partículas que componen a un material, sustancia, o lo que quieran. No existe nada en el Universo cuyas partículas no estén en constante movimiento, y cuanto mayor sea ese movimiento, esa velocidad que tienen, mayor es la temperatura. A distintas temperaturas las cosas van ganando distintas propiedades (por ejemplo, pueden pasar de estado sólido a líquido o gaseoso, etc.) y nosotros tenemos la capacidad de sentir ese "grado de movimiento" a través del calor que produce. "¿Y qué es el calor? ¿Eh? ¿Me estás diciendo que son cosas distintas? Vas a ver a la salida..." Me dirán ustedes en este punto y yo con toda tranquilidad les respondo que sí, que son cosas distintas. El calor es la energía que aparece cuando un objeto con mayor temperatura se pone en contacto con otro de menor, transfiriéndole esa temperatura; es una energía de transferencia (no sé, ¿eh?, sí, quizás inventé eso de energía de transferencia, pero es para que me entiendan, lo hago por su bien).
Como los humanos somos así, a todo necesitamos ponerle una medida —un parámetro—, para poder cuantificarlo. A la temperatura tenemos tres formas de decirla: en grados Celsius (ºC), grados Farenheit (ºF) y grados Kelvin (K); los que más nos interesan ahora son el primero y el último.
Los grados Celsius se crearon dividiendo en 100 partes iguales las distintas temperaturas que recorre el agua desde su punto de solidificación (0ºC) y su punto de ebullición (100ºC) a presión de una atmósfera —porque bien es sabido que otros compuestos tienen otros puntos, y que las diferencias de presión los mueven de lugar. Los grados Kelvin tienen fines un poco más científicos; los 273K equivalen a nuestro 0ºC, o sea que los 0K equivalen a -273ºC, ¡una barbaridad! Un poco anecdótico: Los 0 Kelvin son eso a lo que se llama "cero absoluto", y es el punto en que la materia deja de tener temperatura porque sus partículas ya no tienen movimiento. Se ha logrado, con técnicas complejísimas, llegar a temperaturas cercanísimas al cero absoluto (0 con decimales), pero hasta donde tenía entendido, nunca se consiguió llegar.
El calor, si bien es energía como cualquier otra, tiene su propia unidad de medida: la caloría. Una caloría (cal) es la energía que se necesita entregarle a 1 gramo (o mililitro) de agua para que levante su energía en 1ºC. Una kilocaloría (kcal) son 1000 calorías, o sea, la energía para que un kilo/litro de agua eleve su energía en 1ºC. Otra vez se usa el agua como referencia, pero hay que entender que no todos los compuestos tienen esta misma propiedad. A la cantidad de energía que necesita algo para elevar (o disminuir) su temperatura en 1ºC se lo llama calor específico. El calor específico del agua es altísimo, y es una de las razones por las que es tan importante para los organismos vivos: porque se necesita entregarle mucha energía para que varíe su energía. Los metales, por ejemplo, tienen un calor específico muy bajo, y por eso se calientan o enfrían mucho más rápido que otros materiales.
Hasta acá con la breve explicación introductoria.

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